Si hay algo en los que muchos coincidiremos es que el término «emprendedor» se está empezando a desvirtuar debido al uso general que se le ha venido dando desde el comienzo de la crisis como una solución casi milagrosa a la actual situación económica. El asunto ya empieza a oler a chamusquina cuando son los propios políticos los que empiezan a usarlo como gancho en sus campañas electorales.


Y es que no solo los emprendedores somos los que tenemos en nuestras manos el futuro de la economía. Por supuesto, tenemos nuestro papel, pero la excesiva publicidad que se le ha dado a esto de emprender crea falsas expectativas en grandes masas poco informadas de lo que se necesita para emprender. Por eso, he querido compartir con ustedes este monólogo que trata el tema con algo de humor.

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Si usted está pensando en emprender, ¡tenga cuidado! No es oro todo lo que reluce, y conozco a muchos profesionales que se han montado en el carro del asesoramiento a emprendedores para reflotar sus maltrechos negocios aprovechando el tirón mediático que tienen.

Habrá quién diga que yo mismo baso una parte importante de mi negocio en el trato a emprendedores y tiene razón. Pero no se equivoque. Al contrario que otros, yo no tengo ningún reparo en desaconsejar una inversión si el proyecto no es viable. Cualquier otra cosa irá en perjuicio del emprendedor y, en última instancia, de mi reputación. Algo que, como puede imaginar, es lo último que deseo.


Pienso que lo que se está gestando en estos momentos es otra burbuja con tanta publicidad engañosa respecto a los emprendedores tal como existió en su tiempo con internet y con el mundo inmobiliario. Atraer a personas desinformadas resaltando únicamente los aspectos positivos de emprender me parece una tomadura de pelo además de un engaño.

Les pediría a los que fomentan esta desinformación que, por favor que, dejen que quién quiera emprender lo haga libremente y no inducido por las falsas informaciones que todos los días podemos ver en todos los medios de comunicación (incluido Internet). Emprender puede ser maravilloso, pero también entraña riesgos nada despreciables de los que pueden derivarse ciertas responsabilidades personales.

Lo mínimo que debe hacerse es presentar el cuadro completo, poniendo como ejemplo no sólo a quiénes han triunfado, sino a quiénes lo han intentado y, por las razones que sean, no han tenido éxito. Con ese cuadro, que cada uno, como adultos responsables que somos, tome las decisiones que estime más pertinentes. Ya hay demasiados proyectos que, como el restaurante del monólogo, se emprenden «porque todavía no hay nada de eso abierto».