Es una pregunta que todo emprendedor se hace. Y de las respuestas que se obtengan puede depender el éxito o el fracaso del proyecto. ¿Qué es mejor? Como casi todo, depende del caso concreto. El objetivo de este artículo es que, al menos, pueda llegar a plantearlo con un mínimo de garantías de éxito.
La mayoría de la gente que conozco, tiende a crear su equipo de trabajo con amistades. Salvo que la amistad sea verdaderamente «a prueba de bombas» lo cierto es que lo desaconsejo. He visto muchos proyectos que se iban «al garete» por confundir amistad con competencia.
Pero lo cierto es que, en el caso de acertar, un socio es lo mejor que a uno le puede pasar. ¿Con cuál nos quedamos? Es una difícil elección, ya que adoptar una posición extremista en cualquiera de las dos opciones suele ser bastante negativo. No obstante, vamos a intentar dar una solución a este dilema.
Yo siempre aconsejo a los emprendedores novatos que, si pueden permitírselo, emprendan en solitario. Más que nada, porque eso les hará llegar a manejar sus asuntos con soltura y autosuficiencia. Para poder elegir un buen socio, hay que tener cierta experiencia en el mundo de los negocios.
Pero, ¿quiere esto decir que no me gustan los equipos de trabajo? Nada más lejos de la realidad. Pero opino que, para que la independencia se asegure, cada uno de los socios debe trabajar de manera autónoma en sus respectivos negocios. Hay muchas maneras de colaborar con otros negocios. Vía «joint-venture» o vía alianza estratégica por ejemplo. Pero para que la colaboración funcione cada uno de los socios debe tener un mínimo grado de madurez y capacidad de trabajo en solitario y aportar algo de valor al negocio común.
Creo que uno de los grandes problemas que viven los emprendedores hoy en día, es que la mayoría de los socios que pueden encontrarse son personas que no han sabido hacer cosas por ellos mismos, y con todo el respeto, un socio que no aporta su parte al bien común, debería ser invitado a abandonar la sociedad por el bien futuro de la misma. Muchos negocios provechosos se arruinan gracias a la codicia o a la incapacidad de alguno de sus socios.
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