La subcontratación u “outsourcing” ha sido muy criticada en los últimos años por parte de sectores conservadores en materias de creación de empleo. Sin embargo, es una herramienta muy poderosa para las empresas.
Entiendo que, los defensores de los derechos del trabajador se sientan preocupados cuando se habla de subcontratación, pues muchos empresarios han usado y siguen usando estas políticas para pagar el mínimo indispensable a sus trabajadores. Y esto va en contra de lo que debería ser una política coherente de recursos humanos.
Pienso que la subcontratación ha sido muy mal entendida en España. Por eso, ha llegado la hora de conocerla más a fondo. Debemos entender, que las generalizaciones son muy malas, y que la subcontratación no es más que una herramienta más de gestión. Por tanto, creo firmemente que no debemos criticar a la herramienta, sino al que no sabe usarla convenientemente.
Llevan razón los que dicen que la subcontratación es, en parte, la responsable del actual mercado de trabajo. No obstante, creo que no tienen razón en afirmar que recorta los derechos del trabajador. Veremos que, usada correctamente, puede incrementar la comodidad de los trabajadores de una empresa.
Subcontratar le hace ahorrar costes fijos para su negocio, pues, por norma general, los honorarios de contratar a un especialista freelance son mucho menores que los de contratar a un trabajador por cuenta ajena.
Hasta aquí perfecto, pues no solo el ahorro es importante, sino también la profesionalidad que consigue tener trabajando a su servicio, pues un profesional freelance sin una mínima capacidad de trabajo no puede sobrevivir en el mercado.
Pero justamente aquí aparece un problema. El ahorro en costes fijos, puede usarse para muchas cosas, algunas buenas y otras malas. En general, el empresario español tiende a usar más las malas que las buenas. No creo que sea ético vivir a todo lujo mientras pagamos una miseria a nuestros trabajadores.
La mejor opción es reinvertir ese ahorro en beneficios sociales para nuestros trabajadores o, en el caso de no tener plantilla laboral, usarlo para expandir geográficamente nuestro negocio, allá donde podamos generar empleo.
Incluso si somos algo egoístas, y no pensamos en el bienestar de los demás descubrimos que sigue valiendo la pena reinvertir este ahorro en inversiones rentables y no en gastos ostentosos de dudosa utilidad. Al fin y al cabo, está demostrado que una plantilla contenta produce mucho más, y tampoco podemos dudar que la expansión geográfica de su negocio sea una mala opción para aumentar su rentabilidad.
Hay todo un mundo de incentivos para las plantillas laborales ahí fuera: desde seguros de salud hasta formación para el puesto de trabajo. Le recomiendo que los pruebe, pues en definitiva, se trata de dar un enfoque más humanista a la empresa.
Está claro que el siglo XXI propone una vuelta a la ética y humanismo perdido de siglos anteriores, los empresarios que sepan apreciar esta importante visión y, la apliquen, a sus respectivos negocios tienen grandes posibilidades de triunfar.