Trueque

Que la crisis está obligando a cambiar muchos de los paradigmas empresariales del pasado no es una novedad para ninguno de nosotros. Y, entre las empresas peor paradas, se ha comenzado a producir, cada vez más un aumento en los intercambios de bienes y servicios sin transacciones económicas de por medio. Lo que comúnmente llamamos trueque.


Habrá muchas personas que no entiendan las razones por las cuales una empresa realice estos intercambios. Respeto sus opiniones. No obstante, hay empresas y negocios que, realmente, lo están pasando mal. Y el trueque es una forma como otra cualquiera de sobrevivir en un mercado tan competitivo.

Pensemos por un momento cuál es la verdadera utilidad del dinero. Probablemente coincidirá conmigo en que conseguir bienes y servicios para usted y para su negocio. El dinero por sí mismo no vale de nada, sólo es útil para conseguir otras cosas. Por eso es tan valioso para muchos.

¿Qué pasaría si usted se saltará este paso y adquiriera directamente los bienes y servicios que necesita para su negocio a cambio de su propio trabajo y esfuerzo? No creo que el mundo se acabará por eso. Ahora bien, tampoco debemos perder de vista que, esta es una medida extrema y que debe tomarse en circunstancias muy especiales.

Recuerdo uno de los primeros trabajos que realicé fue la creación de una empresa de distribución alimentaria. Desoyendo algunos de mis consejos, el emprendedor inició su proyecto con mucho menos capital del que debería… ¿Los resultados? Que se encontró al borde de la suspensión de pagos casi al principio de su aventura.

Recuerdo lo nervioso que estaba este emprendedor cuando nos reunimos para hablar sobre el impago de mis servicios. Estaba claro que, no contaba con el líquido suficiente para pagarme y que, si decidía reclamar mis honorarios mediante la vía legal, el resultado iba a ser mucho peor y nadie me aseguraba que realmente acabaría cobrando.

Por tanto, decidí negociar con él el pago en especie de los servicios prestados. Él tenía un stock excesivo de productos a los que necesitaba dar salida y no podía pagar de otra forma sin comprometer el proyecto. No sólo eso, me comprometí a seguir ayudando a este emprendedor cobrando en especie mientras el negocio estuviera en ese estado tan lamentable.


Al fin y al cabo, como cualquier familia, uno de los gastos más importantes que tiene un hogar es precisamente el de la alimentación. Mucho más si uno es amante de la buena cocina como es mi caso. Creo que, en este caso, logré matar dos pájaros de un tiro al ayudar a este emprendedor a poder rehacerse sin “ahogarle” mientras que yo disfruté de una justa retribución por mis servicios.

Muchos consultores se echarán las manos a la cabeza con este caso, alegando supuestos códigos éticos en la profesión. Les respeto pero no comparto su opinión. La verdadera ética no se fundamenta en ningún código, sino en nuestras actuaciones en el día a día. Y, creo que si hubiera optado por la vía judicial, habría dejado en muy malas condiciones de vida a una familia entera. ¿Eso hubiera sido ético? Yo creo que no.

Por supuesto, esta es una medida que sólo puede tomarse cuando ambas partes son honradas, actúan de buena fe y se cumplen ciertos requisitos en la transacción. No es conveniente ni inteligente dar líneas de crédito a personas que sabemos que no van a cumplir con lo pactado.

Les puedo asegurar que, la historia que les he contado tuvo un final muy feliz, pues el negocio salió a flote tan pronto como el emprendedor asumió que se había equivocado y, a día de hoy, sigue siendo mi cliente, y uno de mis más grandes prescriptores. ¿Habría conseguido algo así de haber acudido a la vía legal como hace la mayoría? Sinceramente, lo dudo.

No les pienso negar que había posibilidades de que el asunto no hubiera terminado tan bien, pero recordemos que, en los negocios, siempre se corren ciertos riesgos. Por tanto, la solución no consiste en evitar los riesgos, sino más bien, en saber calcularlos para jugar a favor. En cualquier caso, y después de estudiar la situación, fue cuando tomé mi decisión. Los prejuicios no tuvieron nada que ver en ello.

Mi intención al mostrar este caso, no es otra que recordarles que, no todos apuestan por las relaciones humanas en los negocios, a pesar de que de cara a la galería todos nos preciamos de ser tolerantes, generosos y de mentalidad abierta. Pregúntese cuántos de los hombres de negocios con los que está habituado a tratar serían capaces de llegar tan lejos en el caso de que usted atravesará por dificultades de este tipo. Probablemente se sorprenda.

Jorge Ignacio Mata Arribas – Gerente de JMA Asesores – www.jma-asesores.com