Marketing de Seducción: Enamore a sus clientes

¿Puede existir el marketing de seducción? La verdad es que yo creo que sí. De hecho, creo que es una buena analogía comparar el proceso  de la seducción con el proceso de creación del marketing. Que eso de «ligar» no es otra cosa más que saber venderse a uno mismo a las personas que usted desea, ¿no le suena demasiado parecido a lo que hacemos los que nos dedicamos a esta actividad?


Además, hay algo que me gusta especialmente del concepto. No se trata únicamente de atraer a nuevos clientes sino también de enamorarlos y lograr que permanezcan fieles a nuestra marca de una forma similar al «hasta que la muerte nos separe» de los matrimonios. Como puede ver, las similitudes siguen apareciendo.

Aquellos que suelen seguirme ya conocen mi opinión sobre cómo deberían funcionar las empresas a nivel de fidelización. Hoy en día, se obtienen muchos mejores resultados utilizando un marketing basado en la relación a largo plazo que utilizando los medios masivos tradicionales. ¿Quién podría negarlo?


Habrá quién crea que el marketing de seducción se basa en engañar al cliente para que adquiera productos o servicios que ni quiere ni necesita. Quién piense eso no es consciente de que, engañar, lo que se dice engañar, no suele salir muy a cuenta en los negocios, aunque haya verdaderos especialistas en esta materia.

Y es que, al igual que uno puede «aprovecharse» de las técnicas de seducción para engañar a una persona, su aplicación ideal no es esa. De hecho, si usted usa esta filosofía de manera equivocada, no se extrañe de que su reputación pueda salir muy dañada de tal lance. Y al contrario de lo que muchos piensan, los clientes no son infinitos ni tienen paciencia infinita.

En los negocios, como en las parejas, suele salir mucho más a cuenta comprometerse y desarrollar una relación beneficiosa a largo plazo. Fidelizar y acabar literalmente «enamorando» a sus clientes puede aportarle beneficios incalculables antes de lo que imagina. Es cuestión de ponerse. En definitiva, creo que la seducción y el marketing tienen demasiados puntos en común. No sería inteligente olvidarlo.